martes, marzo 13, 2018



*¡LEVÁNTATE!*.


"¡Levántate, toma tu camilla y camina!", dice Jesús al 

hombre que yacía bajo el

 pórtico de la piscina, junto a la puerta de las Ovejas, 

por donde llevaban a los 

animales destinados al sacrificio  en el Templo.

 El enfermo es un hombre, imagen 

de la humanidad entera. Languidece en medio de la 

multitud de sus semejantes. 

Son ciegos y cojos que no tienen acceso al Templo, 

más que como carne de 

matadero. Incapaces de caminar, son una reserva de 

condenados que la Ley 

excluye de la vida y condena a la muerte. Son 

paralíticos sin fluido vital.

*En este muladar entra la Palabra de Vida, hecha 

carne*.

La casa del Padre para Jesús son ahora estos 

hermanos enfermos y excluidos, no 

el Templo.

El hombre que Jesús tiene en frente no es capaz de 

tenerse en pie, está 

paralizado, con una existencia inerte y medio muerta. Y 

no es en verdad el agua de 

la piscina el factor determinante de su curación, sino J

Jesús que es vida y transmite 

la Vida del Padre.

 *¡Levántate!, una palabra que crea y recrea, vuelve a la 

vida; toma la camilla, tu 

pasado, lo que te ata al suelo; y échalo sobre tus 

hombros*.


Sobrepóngase a la adversidad y recobre la dignidad, 

para que goce de la vida 

abundante. 


Esto es resucitar.

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